Japón, uno de los destinos más populares del mundo, es un país de contrastes y costumbres variopintas que no te dejará indiferente. Moderno, tradicional, hermoso, nostálgico, excitante, histórico, cultural, único, seguro.
Pocos conocen que en japón tambien hay islas paradisiacas que pueden ser el colofón perfecto como final de viaje.
Una de estas islas, es la remota isla Ishigaki, localizada al oeste de las islas Okinawa (el grupo central del archipiélago de Ryukyu), un paraíso tropical de sol, mar, arena y maravillosos arrecifes de coral que se extienden a lo largo de decenas de kilómetros.
Durante siglos apenas era conocida por los no japoneses, y guardada como un escondite secreto. Desde hace unos años su interés se ha multiplicado y es deseo de descubrimiento para cualquier viajero que va a Japón. Okinawa debería ser un destino obligatorio para quien quiera entender y conocer Japón en su totalidad.
Es famosa por sus magníficas playas, sus rutas de senderismo, sus sitios para el buceo/esnórquel y el surf. Dentro del Parque Nacional de Iriomote-Ishigaki, se encuentra el poco común arrecife de coral azul de Shiraho. En el interior, está el monte Omoto y otras cimas. Al norte, en la península de Hirakubo, se encuentra el río Fukido, un hábitat de bosque de mangles. En esta isla el ritmo es pausado y tranquilo (nada que ver con el resto del país), con un clima agradable todo el año, una deliciosa gastronomía y orgullosa de su historia, cultura, idioma y un legado único.
Para llegar a esta isla, tomaremos un vuelo doméstico desde osaka con Japan Airlines (la más japonesa de las compañías japonesas), que en poco más de 3 horas, nos llevará hasta Ishigaki.
En XFV Recomendamos el Hoshinoya Taketomi . Las amplias y luminosas villas de este complejo turístico se inspiran en la arquitectura local y en la naturaleza de la isla. La tradición y la modernidad se mezclan bien aquí, con entradas de paredes de coral mezcladas con materiales y mobiliario modernos.
Las ventanas se abren a la brisa del mar, y las villas se encuentran en sus propios jardines privados. Los chefs exploran los sabores de Okinawa en cada comida: pescado del mar circundante, hierbas y especias tradicionales y frutas tropicales cultivadas en toda Okinawa.
Los tratamientos del spa incorporan hierbas cultivadas en los huertos, aceites de aguacate y maderas tropicales, además de la sal del mar.
Por la noche, se puede disfrutar de las extraordinarias puestas de sol desde una playa de arena blanca, antes de dormirse con el sonido de las olas.
Finalizada nuestra estancia en esta remota (y única en todos los sentidos) parte de Japón, volaremos de regreso a Tokio para enlazar con los vuelos que nos llevarán de nuevo a casa. Sayonara, Ishigaki.